Saturday, July 4, 2020

BILLETES CON (UNA) HISTORIA IV

Hace ya algún tiempo, cuando escribí acerca de la experiencia del cruzado brasileño de la década de 1980, me percaté de que pese a tratarse de billetes de poco valor muchos de ellos contenían homenajes a diferentes personalidades contemporáneas de la cultura, las artes y las ciencias de Brasil. Gracias a esto, los coleccionistas actuales podemos disfrutar de un papel moneda tremendamente atractivo no solo por su diseño sino también por las variadas e interesantes historias que contiene. Me complace hoy compartir una de estas historias, que no es otra que la incluida en el billete de 100 cruzados novos de 1989 relativa a la gran poeta, profesora y periodista Cecilia Meireles.




Cecilia Meireles es una figura polifacética donde las haya, lo cual no es extraño cuando se hace un repaso de su biografía. Natural de Rio de Janeiro, nació en 1901 quedándose huérfana a una muy temprana edad. Esto sin duda influyó enormemente en su personalidad, pues desde muy pequeña buscó refugio e introspección en los libros, el estudio y las artes. De hecho, tras graduarse como profesora a los 16 años estudió música, teoría educativa, literatura e idiomas. Publicó su primer libro de poemas Espectros en 1919 y posteriormente comenzó a colaborar en prensa escribiendo acerca de los problemas de la educación. Su preocupación por los temas educativos le llevó a fundar la primera biblioteca infantil de Rio de Janeiro en 1934 y a dedicar parte de su talento a la literatura infantil, como muestran obras como O Cavalinho Branco, Sonhos da Menina o Colar de Carolina.

Poco después en 1935 Cecilia sufrió un duro golpe tras el suicidio de su marido el pintor portugués Fernando Correia Dias, aunque en 1939 consiguió el reconocimiento literario con la publicación de su obra más importante, Viaje, que entronca con el espíritu poético de la escuela modernista brasileña. En cualquier caso, no resulta sencillo situar a Cecilia Meireles en una corriente literaria determinada, pues como podemos ver cultivó muy diversos géneros: además de la poesía y la prosa poética, dedicó su talento al periodismo, el ensayo y los cuentos infantiles. Su ingente obra poética, tanto por su estilo reflexivo y profundamente espiritual, como por los temas que aborda (la fugacidad de la vida, el contraste entre lo efímero y lo eterno, la importancia de lo sensorial, la naturaleza) puede ser considerada atemporal y universal, más aún cuando tenemos en cuenta la influencia que las culturas orientales (en particular la poesía de Rabindranath Tagore) tuvieron sobre ella.


En 1940 se casó con el profesor e ingeniero agrónomo Heitor Grilo y durante la siguiente década se convirtió en altavoz de la literatura y cultura brasileña por el mundo, impartiendo clases y dando conferencias en prestigiosas universidades extranjeras. Falleció en su ciudad natal al poco de cumplir 63 años en la cima de su prestigio, velada con todos los honores en el Ministerio de Educación y Cultura. 25 años después, sería homenajeada por el Banco Central como veremos a continuación. 

Este billete de 100 cruzados novos, resellado posteriormente a 100 cruzeiros en plena espiral inflacioaria (v. entrada anterior El cruzado brasileño) muestra en su anverso el retrato de Cecilia Meireles junto con sus propias ilustraciones y un verso de su obra Cánticos. A pesar de estar parcialmente cubierto por el resello, he podido encontrar el contenido de este verso: 
Detalle del anverso con el verso
de Cánticos

Sê o que o ouvido nunca esquece.
Repete-te para sempre.
Em todos os coraçoes.
Em todos os mundos

(Es lo que el oido nunca olvida.
Repetirte para siempre.
En todos los corazones.
En todos los mundos)

El reverso, por su parte, muestra más ilustraciones de la propia Cecilia Meireles, concretamente las contenidas en su ensayo Batuque, Samba e Macumba, obra de la década de 1930 dedicada al análisis de la música, folclore y ritmos brasileños, junto con una alegoría a la literatura infantil, a la que ella tanto contribuyó. 

Este billete, claramente desgastado por el uso, lo trajo mi padre de un viaje de trabajo a Brasil allá por el otoño de 1992. Cuando volvió nos contó, entre otras cosas, acerca de cómo la inflación se dejaba sentir en el día a día de los brasileños, con listas de precios en constante cambio y billetes desprovistos de valor de un día para otro. Lo más increíble cuando lo recuerdo ahora, al analizar este billete de 100 cruzados novos, es que jamás nos pudimos imaginar que algo de tan poco valor económico pudiera contener tanta riqueza cultural y espiritual, y ser tan representativo del alma de ese inmenso país.  

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